La palabra «criptomoneda» suele evocar imágenes de monedas digitales, carteras y gráficos de precios, pero su esencia técnica es más sencilla: una criptomoneda es un activo nativo de una blockchain diseñado para funcionar como medio de intercambio, reserva de valor o unidad de cuenta dentro de su propia red.
Estas monedas nativas, como Bitcoin o ADA en Cardano, son parte intrínseca del protocolo; participan en la seguridad de la red, sirven para pagar comisiones de transacción y, en muchos diseños, incentivan a los validadores o mineros por mantener la integridad del registro distribuido. En el caso de Cardano, por ejemplo, ADA es el token nativo de la plataforma y su objetivo es ofrecer transacciones económicas y seguras dentro de una blockchain con smart contracts escalables, posicionándose entre las principales criptomonedas por capitalización y uso.
Así, las criptomonedas pueden surgir de diseños orientados a consenso basado en prueba de trabajo (PoW) o prueba de participación (PoS), y su emisión, gobernanza y modelo monetario (suministro máximo, inflación programada, emisión constante, etc.) están definidos en el código del protocolo y en su mecanismo de consenso.
¿Qué es un token?
Por su parte, un token es una representación digital de valor, derechos o utilidades que se crea sobre una blockchain existente sin ser la unidad nativa de esa red. A diferencia de una criptomoneda que nace con la cadena, un token se implementa mediante contratos inteligentes o estándares (como ERC-20 en Ethereum) y puede representar desde acceso a un servicio, participación en una plataforma, propiedad fraccionada de un activo real, hasta derechos de gobernanza.
La tokenización permite digitalizar activos y procesos; por ejemplo, la tokenización de bienes raíces, obras de arte o participaciones de empresas facilita la divisibilidad, la trazabilidad y la auditoría en tiempo real. Empresas y desarrolladores están usando IA y aprendizaje automático para analizar procedencia y condiciones de activos tokenizados y actualizar dinámicamente su valor, lo que abre posibilidades para precios más eficientes y mercados secundarios más líquidos.
Además, la creación de tokens suele ser más rápida y accesible que la implementación de una nueva blockchain, y eso ha facilitado la proliferación de proyectos y modelos de negocio basados en tokens.
Principales diferencias
Funcionalidades y usos
Las funciones que cumplen criptomonedas y tokens se solapan en algunos casos pero difieren en su naturaleza y propósito. En primer lugar, una criptomoneda nativa actúa como motor económico y de seguridad de una blockchain: sirve para pagar tarifas, recompensar validadores y sostener el sistema de consenso. Pese a ello, sus utilidades primarias suelen estar alineadas con la infraestructura de la cadena.
Por su parte, los tokens se diseñan con propósitos mucho más variados: pueden ser tokens de utilidad que habilitan acceso a un servicio, tokens de gobernanza que entregan derechos de voto, tokens de seguridad que representan propiedad o deuda, o tokens no fungibles (NFTs) que certifican unicidad y procedencia.
La ventaja práctica de los tokens es su flexibilidad para modelar incentivos y derechos dentro de aplicaciones descentralizadas sin requerir la creación de una nueva blockchain. Esta capacidad ha impulsado modelos económicos innovadores, mercados secundarios y nuevas formas de financiar proyectos (por ejemplo, ventas privadas, ICOs o lanzamientos controlados).
Creación y emisión: ¿se pueden minar?
La minería está asociada a blockchains que utilizan prueba de trabajo, donde participantes compiten resolviendo problemas criptográficos para añadir bloques y recibir la moneda nativa como recompensa. En ese sentido, las criptomonedas originadas en redes PoW se pueden «minar«.
En contraposición, muchos tokens no son minables porque se crean mediante contratos inteligentes con un suministro predefinido o con reglas de emisión programadas por el emisor. Existen, sin embargo, casos híbridos: blockchains PoS no minan en el sentido clásico, sino que «acuñan» o emiten monedas nativas como recompensa a validadores, y algunos proyectos implementan mecanismos on-chain que permiten crear tokens adicionales según reglas específicas.
Es importante entender que el proceso de generación de valor y seguridad para la moneda nativa y para los tokens puede ser radicalmente distinto; la primera sostiene la integridad de la red, mientras que el segundo suele depender de la seguridad de la blockchain subyacente y de la calidad del contrato inteligente que lo gobierna.
Empleo de blockchains
Una distinción clave radica en la dependencia de la infraestructura: la criptomoneda nativa es inseparable de su blockchain, mientras que un token vive sobre otra blockchain que provee la seguridad, la ejecución de contratos y la liquidación de operaciones. Por ejemplo, la gran mayoría de tokens hoy en día usan redes como Ethereum por su ecosistema de herramientas, estándares y liquidez, lo que facilitó la adopción masiva tras la estandarización ERC-20.
No obstante, la ampliación de ecosistemas como soluciones Layer 2 o redes alternativas ha permitido la creación de tokens en múltiples entornos. El efecto práctico es que la calidad de la blockchain subyacente —en cuanto a seguridad, escalabilidad y costos— impacta directamente en el rendimiento y adopción del token.
Además, proyectos de tokenización pueden optar por blockchains con características específicas (privacidad, gobernanza on-chain, bajos costes de transacción), determinando así la experiencia del usuario y la estrategia de mercado.
División en unidades inferiores
La divisibilidad es otra diferencia práctica que influye en la usabilidad. Muchas criptomonedas nativas están diseñadas para ser divisibles en subunidades muy pequeñas (por ejemplo, Bitcoin en satoshis), lo que facilita micropagos y modelos económicos finos. Los tokens también pueden ser fraccionables hasta donde lo permita su diseño, pero esa divisibilidad depende del estándar y del contrato que lo define.Por ejemplo, en ERC-20 de Ethereum, es normal ver token con divisibilidad hasta 8 decimales, tal como sucede en el propio Ethereum o en Bitcoin.
En ciertos tokens financieros o de seguridad, puede establecerse una divisibilidad limitada por razones regulatorias o de gobernanza. En la práctica, esta característica afecta la percepción de accesibilidad y el potencial de uso cotidiano: mayor divisibilidad suele traducirse en mayor flexibilidad para microtransacciones y adopción masiva.
Confusiones comunes entre tokens y criptomonedas
La terminología difusa suele ser la fuente de muchas confusiones. Desde la perspectiva de un usuario no técnico, cualquier activo digital que pueda transferirse y almacenarse en una wallet puede catalogarse como «criptomoneda», y esa interpretación lleva a malentendidos operativos y regulatorios.
Además, algunos proyectos denominan a su token como «moneda» para resaltar su utilidad económica, aunque técnicamente siga siendo un token sobre otra red. La multiplicidad de tipos de tokens —utilidad, gobernanza, seguridad, NFT— añade capas conceptuales que se mezclan en conversaciones cotidianas sobre inversión y tecnología.
Para despejar dudas es útil preguntarse siempre por la relación del activo con la blockchain subyacente y por la función económica principal que cumple: si es la unidad nativa que sostiene el consenso, estamos ante una criptomoneda; si se trata de un derivado implementado sobre otra cadena con funciones definidas por un contrato, estamos ante un token.
Solapamiento de funciones
Aunque la mayoría de definiciones separan ambos conceptos, en la práctica existen situaciones de solapamiento. Proyectos que lanzan su propia blockchain pueden arrancar con un token sobre otra red para acelerar la adopción y luego migrar a una moneda nativa cuando su mainnet está lista.
Existen tokens que replican funciones monetarias clásicas —servir como medio de intercambio o reserva de valor— y criptomonedas que soportan complejas capas de smart contracts, difuminando la línea entre ambos.
Además, las plataformas de finanzas descentralizadas (DeFi) suelen usar tokens de gobernanza que, por su importancia económica y utilidad, acaban acumulando roles similares a los de una moneda. Esta convergencia funcional obliga a mirar no solo la tecnología sino también el contexto del uso: gobernanza, incentivos económicos, normas regulatorias y la realidad del mercado secundario.
Herramientas para identificar criptomonedas y tokens
Identificar si un activo es una criptomoneda o un token requiere observar varios elementos: su origen técnico, el contrato inteligente subyacente, la blockchain que utiliza y la documentación del proyecto.
Exploradores de bloques permiten verificar si un activo es nativo de la cadena o si existe como contrato en otra red; por ejemplo, un token ERC-20 se verá como contrato en Etherscan (para ver el token LINK de ChainLink) mientras que Ether aparece como balance nativo. Portales de datos de mercado muestran el par técnico del activo (si se lista como coin o token) y las wallets y exchanges suelen indicar la red.
Un vistazo a un token en Ethereum a través de Etherscan – Bit2Me Academy
Además, la lectura del whitepaper y la documentación técnica aclaran si el suministro y las reglas de emisión están integradas en un protocolo de consenso o en un contrato inteligente. Herramientas de auditoría de contratos y servicios de seguridad pueden revelar vulnerabilidades, y soluciones de análisis on-chain permiten estudiar la distribución, la liquidez y los patrones de transferencia, información crucial para valorar riesgo y gobernanza.
Rentabilidad y tendencias futuras en token vs criptomoneda
La rentabilidad de invertir en criptomonedas frente a tokens depende de múltiples factores: utilidad real del activo, liquidez, calidad del equipo, adopción de la red y marco regulatorio. En los últimos años la tokenización de activos ha ganado terreno como alternativa de inversión, prometiendo mayor liquidez, acceso fraccionado y transparencia mediante blockchain, lo que puede generar rendimientos superiores a los modelos de inversión tradicionales si se implementa correctamente y existe demanda.
Para 2025, la combinación de innovación tecnológica, mejoras en escalabilidad y una mayor adopción institucional han catalizado la aparición de mercados secundarios más profundos para activos tokenizados, inclinando la balanza hacia modelos híbridos donde tokens y criptomonedas coexisten y se complementan.
No obstante, la rentabilidad va acompañada de riesgos: problemas de custodia, fallos en contratos inteligentes, volatilidad de mercado y cambios regulatorios pueden afectar drásticamente los precios. Por ello, una estrategia informada debe evaluar la utilidad fundamental del activo, su liquidez y el entorno regulatorio, y no basarse únicamente en tendencias especulativas.